La Boda, 1791-92

Cortejo nupcial presidido por la desigualdad: una joven decidida y bella va a casarse con un hombre gordo y feo, pero rico, que se apresura tras ella, intentando detenerla. El padre de la novia, con una casaca raída, sigue al cortejo con gesto complaciente. Las mozas, amigas de la novia, sonríen con maliciosa envidia, y el cura parece reírse del padre, mientras que un joven de perfil, al fondo, tal vez un pretendiente rechazado, mira el paso de la comitiva con gesto alterado.
Óleo sobre lienzo, 269 x 396 cm

El Quitasol 1777

Cartón para tapiz cuyo motivo principal es una elegante joven, a la que un majo protege del sol con una sombrilla o quitasol.
La vista en perspectiva de abajo arriba, y su formato, indican que estaba destinado a decorar una sobreventana. El tapiz resultante de este cartón colgaba en el comedor de los príncipes de Asturias
Óleo sobre lienzo, 104 x 152 cm

El cacharrero 1778-79


El cacharrero es una escena compleja, que presenta la vida en la ciudad, de apariencia callejera y cotidiana. Un cacharrero valenciano, por su atuendo característico, ha distribuido su mercancía en el suelo, que vende a dos jóvenes y una vieja. Al fondo, una carroza pasa rápida, con una elegante dama en su interior, a la que miran dos caballeros sentados de espaldas. Bajo el aspecto de una bulliciosa escena de mercado se esconde otra de deseos insatisfechos: las jóvenes ante el vendedor ansían sus bellos cacharros de loza, símbolo de la fragilidad femenina, mientras que los caballeros sentados sobre la paja, símbolo de la vanidad de las cosas, dirigen su mirada a la aristocrática dama que pasa veloz en su carroza.

La gallina ciega 1788

Un grupo de nueve figuras, varias vestidas con el atuendo popular de los majos y majas, así como una dama y un caballero vestidos con elegancia, a la francesa, juegan a la “gallina ciega”, según la denominación más moderna de este entretenimiento, que originalmente se conocía como "juego del cucharón". En el centro del corro, uno de los jóvenes, con los ojos vendados, intenta alcanzar a sus compañeros con este utensilio.

Este es el único cartón que Goya llegó a pintar del conjunto de escenas pensadas para los tapices del dormitorio de las Infantas, las hijas del futuro Carlos IV. Se conocen cinco bocetos y un cartón, de los que tres, así como el cartón, se conservan en el Museo del Prado



Óleo sobre lienzo, 259 x 220 cm
El columpio 1779

Este cartón, pareja de Las lavanderas, representa una excursión campestre de tres mujeres con cuatro niños elegantemente vestidos y su perro. El muchacho sentado tira de una cuerda para columpiar a una de las mujeres, vestida de maja, mientras que el menor, llevado por las andaderas sostenidas por una criada, ofrece una flor a las muchachas, imitando el galanteo de los adultos.

Las lavanderas 1780

Unas lavanderas descansan a orillas de un río, mientras que otra, al fondo, observada por su sonriente compañera, se dirige con las sábanas mojadas hacia la cuerda atada de un árbol. Como pareja del Columpio, ambas escenas, protagonizadas por figuras femeninas, se contraponían a la arrogancia masculina representada en El resguardo de tabacos y La novillada.
Óleo sobre lienzo, 260 x 165 cm
Óleo sobre lienzo, 257,5 x 166 cm
Óleo sobre lienzo, 269 x 350 cm
El resguardo de tabacos 1780

En primer término, varios "guardas de rentas de Tabaco", según la descripción de Goya en la factura de entrega a la Fábrica de Santa Bárbara, hacen un alto en el camino, mientras que otros dos están más abajo, en la orilla del río, reconociendo el terreno. La sierra del fondo, también aquí, como en Las lavanderas, es de clara inspiración velazqueña.

La novillada 1780

Dos jóvenes jugando con un novillo, el uno en ademán de ponerle un parche, detrás de estos otros dos en postura de sortearle. Se ha querido ver como autorretrato de Goya al joven protagonista vestido de rojo, que mira al espectador, aunque sin razones objetivas para suponer que sus facciones correspondan a las del artista. La lidia improvisada, tiene lugar en un escenario urbano, poco adecuado para una verdadera faena.




Óleo sobre lienzo, 259 x 136 cm
Óleo sobre lienzo, 262 x 137 cm
Caza con reclamo 1775

Puesto de caza con reclamo de dos pájaros enjaulados, un mochuelo y un jilguero. Completan la escena un perro agazapado y una red sobre el árbol que enmarca al grupo. Formó parte del primer encargo que recibió Goya para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara en 1774-1775.

El tapiz resultante de este cartón estaba destinado a decorar una sobrepuerta en el comedor de los príncipes de Asturias (el futuro Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma) en la zona palaciega del Monasterio de El Escorial. La serie, de la que forma parte, estaba compuesta por ocho tapices de asuntos de caza.
Óleo sobre lienzo, 112 x 179 cm

Perros en traílla 1775

Cartón para tapiz con dos perros de caza encadenados sobre un montículo. Uno de ellos fija su mirada en el espectador. Ante ellos, en el suelo, los útiles del cazador apoyados sobre una piedra: dos escopetas, un cuerno de pólvora, las bolsas para las balas o perdigones, el zurrón y el cuchillo, enfundado, para rematar animales de gran tamaño. Formó parte del primer encargo que recibió Goya.
Óleo sobre lienzo, 112 x 174 cm
El albañil borracho 1786

Estudio preparatorio, y de presentación al rey, del cartón para tapiz El albañil herido.
Ante un fondo de andamios, dos personajes trasladan a un hombre sin calzones, con las medias caídas y la camisa manchada de sangre a causa de la herida de su cabeza. Sus compañeros, de humilde condición, según se deduce de su andrajoso atuendo, se miran con complicidad y se ríen. El carácter cómico que adquiere así la escena hace improbable la crítica de contenido social sobre la escasa seguridad de los obreros y albañiles en su trabajo que tradicionalmente ha recibido la composición final.

El albañil herido 1786-87

Esta pintura presenta leves modificaciones en relación con su boceto El albañil borracho. Además de una factura menos suelta al tratarse de la composición definitiva, la escena ha sido dignificada mediante una representación de mayor decoro, más adecuada para el lugar al que iba destinada. La herida sangrante del personaje no es tan visible y sus compañeros ya no se dirigen la mirada ni sonríen, aparecen con el semblante serio, con el ceño fruncido, como si estuviesen reflexionando sobre lo que ha sucedido. Aunque sigue tratándose de gente pobre, su vestimenta y calzado están en mejor estado que en el boceto.
Óleo sobre lienzo, 268 x 110 cm
Óleo sobre lienzo, 35 x 15 cm